[Datos de interés] Por qué el Big Data es importante

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Las tecnologías y mecanismos para generar datos sobre quiénes somos y qué hacemos, pues, ya están creados y en muchos casos somos conscientes y cómplices de este proceso. Lo que ocurre detrás de nuestras espaldas es el análisis masivo de estos datos para identificarnos y clasificarnos, con dos grandes objetivos: la seguridad (el control social preventivo y masivo) y el marketing (la identificación de perfiles de consumidores). Estos dos grandes objetivos, además, están relacionados: como revela Snowden, a menudo las empresas crean la infraestructura de recogida de datos (a través de redes sociales, servicios de mensajería o servicios de fidelización) y los gobiernos consiguen acceso ilimitado a esa información.

Lo que hace el Big Data es crear sistemas para la comprensión de estos datos, aportando fórmulas para establecer relaciones que aporten una información demasiado compleja para ser captada a simple vista. Es decir: antes del Big Data un supermercado podía saber si un hombre o mujer era cliente asiduo, qué compraba y cuánto gastaba.

Este nuevo contexto tiene potencialidades como el desarrollo y la optimización de nuevos productos y servicios, la innovación y la generación de inteligencia sobre procesos sociales. Pero también tiene riesgos.

En la carrera por analizar datos para construir sociedades mejores, nos hemos olvidado de la ciudadanía.

Pensemos por un momento en otra tecnología que en su día supuso un cambio a muchos niveles: el coche. Con la invención del motor creamos un dispositivo capaz de acortar tiempos de viaje y costes de transporte, pero también capaz de provocar accidentes. Así que llegamos a compromisos: obligamos a los fabricantes a hacer coches con medidas de seguridad para pasajeros y viandantes, limitamos las velocidades máximas, instalamos semáforos y creamos un sistema de seguros y responsabilidad civil. No se ganaron todas las batallas y los coches siguen siendo capaces de ir a velocidades superiores a las máximas legales, pero a ningún fabricante se le ocurriría hoy sacar al mercado un coche sin cinturón de seguridad, aunque instalarlos suponga un coste mayor.

El problema del Big Data es que hemos construido el vehículo pero no hemos llegado a los consensos sociales, políticos y legales que permitan minimizar el impacto negativo de esta nueva tecnología. Sabemos cómo recoger masivamente los datos de la gente, cómo espiar cada uno de sus pasos, cómo compartir esta información con otros actores y cruzar datos de centenares de fuentes diferentes. Pero no sabemos cómo proteger efectivamente al ciudadano/a que ha generado estos datos, ni cómo pedirle permiso y cederle el control de lo que ocurre con ellos. En la carrera por analizar datos para construir sociedades mejores, nos hemos olvidado de la ciudadanía. Y mientras hablamos de participación, innovación y transparencia, en realidad no hacemos más que abrazar el despotismo de los datos: todo con tus datos pero sin ti.

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